De proyectos, espinas y necios.
Pasado ya el estreno de BAJO UN MANTO DE ESTRELLAS, y con la película aún exhibiéndose en pases puntuales (el viernes en Barbastro, por ejemplo), me he embarcado en mi siguiente proyecto: LA ESPINA DE DIOS. Una historia largamente acariciada y que ahora, por fin, podré llevar a cabo.
De este modo reza la sinopsis:
Palestina. Siglo I.
El pueblo de Israel permanece bajo dominación romana. En la región de la Galilea, un pequeño grupo de hombres comienza a predicar la próxima venida del Reino.
Su líder, el rabí Jesús de Nazaret.
Su destino: la Eternidad.
La película narra los tres años de predicación de Jesús de Nazaret vistos desde la perspectiva de sus apóstoles. Por primera vez la cámara se introduce en el grupo. ¿Cómo vivieron aquellos hombres la Revelación del Mesías? Asistiremos a las tensiones y alegrías propias de todo grupo humano, la despedida de Simón Pedro de su esposa, el cumpleaños del apóstol celebrado con todos sus compañeros, etc.
Bienvenidos a la Historia.
Bienvenidos a La Espina De Dios.
Así las cosas, llevo más de un mes a la búsqueda de los personajes que conformarán esta historia que, por sus características, necesita de actores excepcionales, no podemos fallar.
Naturalmente y como cualquiera que lleve en esta profesión un cuarto de hora sabe, la selección de unos implica el descarte de otros, y ahí comienza el tiempo de los reproches: si no me escoges ya no eres mi amigo, es la máxima de una serie de estultos que confundieron la palabra amistad con profesionalidad.
Ya dije una vez que ser director lleva adjunto el título de hijo de puta, esto es así y no va a cambiar puesto que esta característica responde al hecho de que, cada acierto nos trae un enemigo, ¡cuán acertadamente lo definió mi admirado Oscar Wilde al afirmar que para ser popular entre los amigos es imprescindible ser mediocre!
Sea como sea, se está construyendo un reparto en base a dos pilares: la calidad interpretativa y la humana. Ambas han de ir de la mano pues en careciendo de una, el conjunto cojeará irremediablemente y, la verdad, con los cuarenta cumplidos no tengo necesidad de atestar un rodaje de imbéciles; siendo que Marlon Brando y otros de idéntico fuste ya no están entre nosotros, al que no sepa estar que lo aguante su bendita madre.
Esta enfermedad de hacer cine no tiene cura, ya echo de menos el ambiente de un rodaje, los mil y un imprevistos a enfrentar y esa sensación de asomarte al abismo que trae aparejada cada nuevo día, cada claquetazo y, en resumen, cada minuto de la existencia de quien ha hecho de esta locura su modo de vida.

Hay quien nace mediocre y con el tiempo mejora su mediocridad. La mediocridad es la falta de humildad, el ego inflado .Los mediocres tenían que nacer de nuevo, pues en esta vida no han aprendido nada de lo que es realmente la esencia verdadera de la vida. Quien se ofende por no estar presente en un lugar o en otro es falta de inseguridad de profesionalidad y de envidia.
Ya lo decía Don Quijote ¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes!…
Lo tuyo es una enfermedad sana son burbujas de arte que nacen del corazón, traspasan el alma y lo transportas como las semillas en primavera a cada ser que necesita escuchar lo que plasmas en cada guion. A eso se le llama arte y pasión por el trabajo realizado. La pasión solo tiene un camino y de ese camino saldrán esas semillas que sin darte cuenta fuiste sembrando con tu esfuerzo y buen hacer y eso se consigue rodeado de personas sanas sencillas y que amen su trabajo, arrancando de cuajo la mala hierba, es la virtud más poderosa que un director de cine pude tener, creer en lo que hace y con quien lo hace. Te deseo mucho éxito y muchas alegrías dentro de una profesión donde la envidia está servida .Siempre te encontraras un imbécil en cualquier calle, lo mejor cruzarla e ignorar Y actuar como solo un manchego de tu casta sabe hacerlo. Suerte maestro
Muchas gracias por tu generoso y emocionante comentario Marisa. La cita del Quijote me ha parecido sublime, ¡como todo lo salido del puño del genio de Cervantes! Efectivamente, en realidad, tras la mediocridad campa la envidia a sus anchas. Gracias a Dios, son los menos. En la otra cara de la moneda, los que son como tú, fuente de alegría y estímulo para seguir creciendo. ¡Abrazos!