Zack Molina, mi amigo el camaleón.
Decía el maestro Berlanga que él tendía a trabajar con actores característicos porque así ya estaba hecho parte del trabajo. Y no le faltaba razón. Somos un país de actores característicos, gentes como Gracita Morales, José Sazatornil «Saza», Manuel Alexandre, Luis Ciges o Luis Escobar dan fe de ello.
Quede aquí mi profunda admiración por estos artistas que tanto he disfrutado.

Lo cierto es que, bien por su físico, bien por su peculiar interpretación, estos intérpretes ya traían al personaje cosido a la piel.
Por eso el mérito de adaptarse al personaje sin tener la ayuda de un físico diferente es, a mi juicio, muy valorable y escaso. Y digo escaso porque en cine la peculiaridad siempre es un aliciente y a falta de dicha característica, la delgada línea que separa lo interesante de lo común, lo atractivo de lo anodino, es muy, muy tenue.

Zack Molina, pertenece a esa clase de actores. Un artista capaz de transformarse en escena y convertir al personaje que encarna en un auténtico festival de emociones.
Conocí a Zack en el casting de BAJO UN MANTO DE ESTRELLAS y en cuánto rodé con él una secuencia en la que la emoción debía ser el hilo conductor, me cautivó. Resulta complicado sustraerse a la atracción que ejerce sobre la cámara un actor que está dentro del personaje en cada momento.
Luego tuve la fortuna de conocer a la persona y entonces corroboré lo que ya pensaba; que para ser un gran artista es preciso que haya detrás una persona especial.
En mi carrera he conocido ya de todo, y una de las características de la mediocridad pasa por sufrir de una altanería y falta de humildad ilimitada, disfrazada, eso sí, de sonrisas y pretendido buen rollo, pero tras eso, mezquindad.

Con Zack Molina eso no va. Su sinceridad interpretativa proviene de su sinceridad personal. Es auténtico, como son los grandes. En Molina no vas a encontrar una pose fingida; su realidad traspasa la pantalla porque él es verdad en toda la expresión de la palabra.
Tras el hermoso fray Francisco de BAJO UN MANTO DE ESTRELLAS, me entregó un precioso y temperamental Santiago Zebedeo en LA ESPINA DE DIOS, dos personajes con la sensibilidad como nexo de unión, y entonces el bueno de Zack hizo saltar todas las expectativas por los aires creando a un Antoñito Briones en RE-EMIGRANTES, que nos ha descolocado a todos. ¡Qué capacidad para la transformación! ¡Qué locura de interpretación! Y por encima de todo, qué profesional tan enorme.
Zack Molina, artista y amigo, amigo y artista, creador de personajes inolvidables, casi tanto como lo es él.
Por lo q he visto d él creo q stás en lo cierto
Un actor extraordinario.