Dirigir no es decir acción.
Cuando era un imberbe púber y veía esos documentales sobre como se hacían las películas, siempre pensaba que el director era un señor serio y con mala leche cuyo cometido se limitaba a decir «¡Acción!» o a gritar, con el rostro encendido de rabia, «¡No, no, así no!, pero, ¿quién ha contratado a este imbécil?»
Los años pasaron y cuando la pelusa melocotonera de mi infantil bigote se tornó en algo más parecido al frenazo de una bicicleta que a un viril mostacho, o sea, en plena efervescencia del acné, mi juicio cambió y, adorando la filmografía del maestro Berlanga, pensaba que el director era un tipo que se lo pasaba genial mandando a todo el mundo.
Hoy enfilada ya mi cuarta década de vida os quiero contar qué hace un director. Al menos en los tiempos que me ha tocado vivir.
Un director tiene como cometido…
1.- Ser el hijo de puta del rodaje.
Esto es así y no admite discusión. Si alguien desea ampliar información, aquí tiene una entrada explicativa.
2.- Lograr que la película se ruede.
Que es algo que parece razonable y sin embargo todos conocemos a compañeros cuya única misión parece ser dinamitar su propio proyecto.
3.- Amar a sus actores.
Sin ellos, simplemente, no hay película. A veces he escuchado a ciertos colegas ufanarse de no tratar bien a los actores o de darles la dignidad de simples marionetas. Entiendo que todos hemos tenido roces con determinados gilipollas del gremio, no muchos, pero siempre hay alguno (lo que te lleva irremediablemente al punto primero de esta lista), pero amar al actor es algo consustancial a dirigirle; cuando el artista se pone ante tu cámara es un ser desnudo, frágil y totalmente expuesto. Procúrale la atención debida porque, verdaderamente, es la pieza fundamental de tu obra. En ocasiones, y esto lo pueden atestiguar muchos de los actores con los que he trabajado, es tan delicado el universo emocional desplegado ante la cámara por un actor, que no me atrevo ni siquiera a dar el consabido acción; me limito a decirle que nosotros estamos rodando y que, cuando considere, puede comenzar. ¡Las emociones no se disparan con un botón!
4.- Preocuparse por la producción.
Sí, la era de los directores empeñados en llevar a cabo determinado plano, «cueste lo que cueste», se ha terminado. Tu misión es hacer la película, lo que conlleva a que esta puede ser producida económica y logísticamente. Y eso implica conocer las limitaciones de tu presupuesto. De poco sirve escribir la segunda parte de Titanic si tu presupuesto da para rodar tres días en las Lagunas de Ruidera y hacer un barco de cartón. ¡Hay que ajustarse a lo que hay!
5.- Tener un buen detector de «señores Lobo».
Es decir, adelantarte a las dificultades. Esta cualidad suele regalarla la experiencia. Una simple charla con cada uno de los participantes del proyecto suele servir para conocer si estás ante un problemático o ante el señor Lobo. No hace mucho me reuní con un técnico al que le conté las limitaciones propias de un próximo rodaje al tiempo que le hacía un inventario del material disponible en la productora. Al momento, ni corto ni perezoso, me propuso alquilar una serie de elementos que, si los sumo, el montante me da para optar a la presidencia del Real Madrid; o sea un contraventor de los puntos 4 y 5 de este listado.
6.- Estar al tanto de todo lo relativo a la película.
Y cuando digo todo, es todo. Nadie en el mundo tiene más interés que tú mismo en que todo llegue a buen fin, así pues…
7.- Preocuparse por los técnicos.
Entender que no son simples peones de ajedrez, y si así los consideras, ten presente que, acabada la partida, peones y reyes terminan en la misma caja. Hay que hacer piña con ellos, son tus ojos, tus manos y tus oídos. Procurar el acercamiento entre equipo técnico y artístico es una tarea primordial del director. Cada vez que he participado en rodajes donde técnica y arte estaban separados, se han producido los roces y estúpidos chascarrillos entre unos y otros. No. Ambos equipos son una sola familia y como tal deben considerarse.
8.- Un rodaje no es una democracia; es una monarquía.
Sin comentarios. El cine funciona así desde hace más de cien años. Y funciona bien.
9.- Apreciar el trabajo de todos calurosa y generosamente.
Una película es algo que, para bien o para mal, una vez estrenada, permanecerá eterna. Todos desapareceremos y el film seguirá. Ser agradecido con los integrantes del rodaje es una obligación.
10.- Decir acción.
En fin, estas semanas de preparación de LA ESPINA DE DIOS me están llevando a meditar sobre aciertos y errores. Me consta que yo mismo me he pasado por los mismísimos algunos de los puntos, ¡pero procuro y procuraré tenerlos más presentes en lo sucesivo!
El rodaje de BAJO UN MANTO DE ESTRELLAS fue extraordinario, pero el de LA ESPINA DE DIOS, debe serlo aún más. De momento el detector de señores Lobo está a pleno rendimiento, tal vez dentro de un año os pueda contar si acerté o no.
Pues, a muchos actores nos encantaría trabajar con «hijosdeputa» así…
Bravo por todos y cada uno de esos puntos!!