Autoconsciencia en la interpretación.
Hay varios retos evidentes al rodar un largometraje en planos secuencia. El más claro es, sin lugar a dudas, la coreografía escénica. Todo ha de estar medido y marcado, cada actor ha de ser consciente del momento en que debe cruzar ante cámara y cuando tiene que salir de plano. Pero eso es una cuestión de técnica y ensayos. Nada más.
Otro reto es el uso de la cámara. Al igual que el actor, ésta debe conocer bien la secuencia, moverse con fluidez y participar, como un intérprete más, de la acción. De nuevo, un asunto de práctica.
Sin embargo, hay un reto menos diáfano y mucho más complicado de superar si uno no está al 100%: La autoconsciencia del actor.
En un plano con once personajes, es claro que habrá algunos que no estén hablando en ese momento. Y ahí radica el problema, como director debes evitar que, el actor, de pronto, tome consciencia de que está interpretando. Porque ocurre, siempre ocurre.
Un plano de ocho minutos en el cual el actor interviene, digamos, en el minuto tres, tiene otros cinco para ser consciente de que está interpretando. Y eso es horroroso.
Afortunadamente hay un truco para salvar la situación: darle a cada actor algo que hacer cuando no esté interviniendo. Da igual lo que sea, pero dale algo.
Hay planos secuencia míticos en este sentido. A mí uno de los que más me gustan es el famoso plano de la barbería, en La Vaquilla; en primer término, Agustín González y Pepe Sacristán, de fondo, el resto. Pues bien, todos tienen algo que hacer y eso es lo que dota de credibilidad a la escena.
Así pues, actores, si el director no os da nada que hacer, buscad algo, cualquier excusa en el decorado, para evitar la terrible autoconsciencia.
Cierto….
🙂
…¡Ya me has subido de 7 a 8 minutos!… Naaada. ¡SIN PROBLEMAS!.
Pecado mortal….Despistarse y mirar a camara (veridico). Menos mal que contamos con una «cuadrilla» de actores. Sí, simplemente «actores», sin mas grandilocuentes coletillas…ACTORES, y como diria la Ministra esa, ACTORES Y ACTORAS….
Besos guapas y guapos.